sábado, 27 de abril de 2013

Diario de los ultimos dias de Jaared Taylor (Parte II)


A la mañana siguiente teníamos una cita ineludible, el entierro de Jakcson Elías. A pesar de no haber llegado a conocerlo nos sentíamos como si formara parte de nuestras vidas. Todo el mundo que lo conocía hablaba maravillas de este hombre y el hecho de haber estado a punto de evitar su asesinato y que este dio comienzo a toda una serie de acontecimientos que habían comenzado algo muy grande hacía que nos sintiéramos conectados, por lo menos yo.
Era una mañana lluviosa, como correspondía a la ocasión. El cementerio estaba desierto excepto por los asistentes al sepelio, que no éramos muchos. Allí estaba Cinthya Connors, Donnie Brasco, Jonas Kensington, Kurt Russell, Max Power, Max Cady, yo y el sacerdote que oficiaba el entierro. La ceremonia fue corta pero emotiva, Cinthya dijo unas palabras emocionada y bajamos el ataúd donde Elías descansaría para siempre. Cuando terminó nos quedamos en la puerta del cementerio Kurt, Max, Cady y yo, mientras los demás volvían a casa. Esperamos un rato por si alguien venía a presentar sus respetos cuando nadie lo viera. El rato que pasamos allí, bajo la lluvia, mirando la tumba de Elías, me hizo pensar en lo cerca que había estado de la muerte en Coppertown y que esto parecía aún más grande. Debía llevar cuidado y pensar bien los pasos que daba.
Tras más de media hora de esperar bajo la lluvia nos marchamos seguros de que nadie vendría.

Como era temprano decidimos ir a casa de Érica, a ver si conseguíamos hablar con ella. De camino vimos a la derecha la famosa cárcel de Nueva York, Sing sing.
La mansión era enorme, con un gran terreno vallado. Dentro del perímetro vimos guardias con perros, la opción de entrar a las bravas a por los libros de Roger perdía fuerza. Cuando llegamos a la puerta el guardia nos despidió rápidamente con un simple “no estáis en la lista” a pesar de los infructuosos intentos de Kurt. Volvimos con la sensación de que guardaba algo, además de haber perdido toda la tarde en el viaje. A ver si el día siguiente teníamos más suerte con el experto en sectas.

El domingo comenzamos la mañana en la biblioteca donde ya nos conoce el bibliotecario. Power y yo buscamos en periódicos anteriores los asesinatos que coincidieran con el de Elías. Tras toda la mañana conseguimos descubrir el nombre de las otras nueve víctimas. No sabemos su dirección pero conocemos la zona aproximada, tendremos que seguir esta pista también.

Max había concertado una cita a la hora del café con Mordegai Leming, el experto en sectas. Vive en una pequeña casa de una planta en un barrio tranquilo. Nos abre con presteza y nos recibe con una sonrisa en la cara, parece que le gustan las visitas para hablar de su trabajo. El interior está atestado de libros y diversas cosas como estatuillas, cuernos, mascaras, etc... Nos ofrece asiento y un café y comenzamos a interrogarlo. Nos dice que no sabe nada, que ya se lo dijo a la policía, pero no me lo creo. Me da la impresión de que no para de echar miradas alrededor y que suda más de la cuenta. Salimos de allí y les comento a mis compañeros que deberíamos vigilarlo pues oculta algo, aunque ellos no parecen haber observado nada raro y desechan mi idea rápidamente. No me parece nada bien pero que voy a hacer ¿quedarme aquí sólo a vigilar? Acabo aceptando aunque sigo pensando que ese hombre sabe algo.

Terminamos el día en la biblioteca. Tras saludar a Alfred (el bibliotecario) nos sentamos a buscar información sobre Robert Eliston Huston, el médico de la expedición. Conseguimos averiguar que estudió con Freud y Jung en Viena y al volver a Estados Unidos fue pionero en tratamientos freudianos. Llegaba a cobrar 60 $ por visita, no debe ser difícil encontrar donde tenía su consulta. Cuando comienzo a quedarme dormido sobre los libros le digo a Power que ya va siendo hora de irnos a casa.

Lunes por la mañana, comenzamos la nueva semana en la sala azul de bufete. Cuando llegamos Max ya ha hablado por teléfono con Harvard y ha conseguido el nombre de los libros que buscaba Elías, "Fragmento de G´Harne" y "Sectas Oscuras de África". También descubrió algo sumamente extraño. La bibliotecaria de Harvard le contó que el libro de Sectas Oscuras de África lo tenían en su biblioteca pero que cuando fue a buscarlo para enviárselo a Elías el libro había desaparecido y en la sala había un olor extraño.
Descubrimos que Érica Carlyle da una fiesta el viernes en su casa en honor de la policía de Nueva York para recaudar fondos para fines sociales. Todos comienzan a mover sus hilos para conseguir una invitación. Yo ni me molesto, que hace un negro en una fiesta con las personas más ricas de Nueva York, y encima con la policía.
Kurt llega con un descubrimiento alentador, en Importaciones Emerson ha conseguido la dirección de Silas N´Kwane, "La Casa del Juju" en Harlem. Nos preparamos y nos dirigimos allí a primera hora de la tarde. Vamos en el coche de Max, pese a mis recomendaciones nos adentramos en Harlem hasta que decide dar media vuelta pues el coche llama demasiado la atención y todos los negros de la zona nos siguen con la mirada. Kurt y yo nos bajamos allí en medio y Power y Max van a aparcar fuera del barrio. Quedamos en vernos en la tienda. Llegamos con sólo un pequeño contratiempo resuelto a las bravas por Kurt, quien se nota que no sabe muchas cosas sobre Harlem.

Cuando llegamos ya ha oscurecido, la tienda está en un calle estrecha. Hay un cartel de madera con las letras escritas a mano, una cristalera iluminada muestra diversos artículos y una desvencijada puerta de madera protege la entrada. En el lateral hay un callejón muy estrecho y al otro lado una lavandería con las ventanas tapiadas. Kurt me dice que mejor investigamos primero el callejón. Está a oscuro y es realmente estrecho, casi tenemos que andar de lado. Al otro lado hay un patio pequeño y dos puertas. Una es de la parte de atrás de la Casa de Juju y la otra está tapiada, debe pertenecer a la lavandería. Hay un par de mendigos durmiendo en un rincón y al levantar la vista vemos luces en los destartalados balcones. Como no parece haber nada más volvemos a la puerta de la tienda y Kurt me dice que me espera en la puerta. Las bisagras chirrían dando paso a un pequeño espacio atestado de cosas y no muy bien iluminado. A la derecha hay una cortina de terciopelo que da un poco de intimidad no dejando ver nada a través del escaparate. En las estanterías hay toda clase de cosas, mascaras, estatuas, lanzas, cráneos, etc... Al fondo hay un mostrador y detrás se encuentra un hombre negro de unos setenta años, pequeño y delgado, con la cara muy arrugada y una sonrisa de oreja a oreja. "Buenas noches señor ¿que desea?" me dice con voz risueña y nerviosa. Le pregunto por Jackson Elías, la secta de la Lengua Roja, le expedición Carlyle, los libros que buscaba Elías y todo lo que se me ocurre sin levantar demasiadas sospechas. No sabe nada de nada y me parece bastante sincero, pero me dice que si busco libros extraños él conoce al hombre adecuado y quedamos en que hablará con él y nos concertará una cita. Antes de irme me regala un amuleto, una lagartija disecada típica para evitar el mal de ojo. Cuando salgo Kurt me pregunta si sabe algo, y tras contarle la conversación decide interrogarlo él. Cuando intenta abrir la puerta esta está cerrada (lógico pues era la hora de cerrar) así que llama insistentemente hasta que se asoma el tendero. Me llegan retazos de conversación, por un lado las agresivas preguntas de Kurt que se escuchan claramente en el silencio de la noche y por otro las entrecortadas respuestas del viejo que casi no escucho. Le pregunta por todo lo que se le ocurre sin la precaución de levantar sospechas aunque el anciano no sabe nada. Tras cerrar la puerta de la tienda Kurt decide que nos quedemos un rato para seguirlo hasta su casa. Mientras esperamos hablamos con un vagabundo con carrito que, tras darle cigarrillo y algo de dinero nos dice que nos alejemos de esa tienda, que es demasiado peligrosa. Las ventanas empiezan a abrirse y los vecinos nos miran desde sus casas con desprecio, esto se puede volver peligroso de un momento a otro, así que nos marchamos de Harlem andando rápidos bajo la nieve que empieza a caer con fuerza.

Lo que nos encontramos en el coche no lo esperábamos, Power y Cady estaban sentados en silencio, el primero con la mirada un poco perdida y el segundo con los ojos totalmente enloquecidos y en su camisa blanca se veían manchas de sangre. Su abrigo estaba en el asiento de atrás del revés y arrugado. Kurt decidió que lo mejor era que condujera el ya que Cady no estaba en condiciones de conducir. Power nos contó lo ocurrido.
Al parecer se perdieron buscando la Casa del Juju y se encontraron con cuatro negros que los atracaron. El relato era algo confuso primero Power saco su pistola después se la dio a los atracadores, Cady saco la suya hubo un forcejeo y todo acabó con la muerte de uno de los negros. Después de eso salieron corriendo hasta el coche. Fuimos todos a casa de Cady y esperamos a que este se tranquilizara un poco antes de volver cada uno a nuestra casa. Vaya un inicio de semana.

Es martes, hay alguien nuevo en la sala azul cuando llegamos, se da la vuelta y vemos a nuestro  viejo amigo el profesor Tyler M. Freeborn hablando con Cinthya. Nos saludamos y lo ponemos en antecedentes. Tras relatarle lo acontecido hasta entonces Power telefoneó al señor Kensington para preguntarle sobre los dos libros que buscaba Elías en Harvard aunque no los conocía. Pero en cambio sí que sabe de una forma para que hablemos con Érica, su abogado el señor Bradley Grey.
Kurt y yo volvemos a la Casa del Juju a ver si Silas había hablado con su hombre.
Por la mañana Harlem tiene un aspecto diferente, a pesar de la suciedad y la nieve que cubría las aceras el barrio parecía mas....vivo. Ya en la tienda Silas nos dice que todavía no ha podido hablar con su amigo y Kurt empieza a interrogarlo más afondo que la noche anterior. Parece que ha estado leyendo el dosier que estamos recopilando pues le dice el nombre de todos los dioses sectas y palabras extrañas que sabíamos hasta ahora. Silas niega conocer nada de aquello, al principio amablemente pero cada vez mas enfadado. Acaba echándolo de su tienda, prohibiéndole la entrada y echándole mal de ojo en una lengua que hacía mucho que yo no escuchaba (desde mis años de juventud). Intento disculparlo y acabo comprándole un atrapasueños. Me dice que vuelva mañana, pero sin mi amigo blanquito.

viernes, 26 de abril de 2013

Profesor Anthony Cowles

A petición de los investigadores, el detective Donnie Brasco que volvió recientemente a su casa en Arkham tiene a bien acercarse a la universidad de Miskatonic para entrevistarse con el profesor Anthony Cowles en su despacho en el Edificio de Artes Liberales.

Profesor A. D. Cowles

El profesor un hombre corpulento y excéntrico, nacido en Australia se encuentra en los E.E.U.U con una beca de investigación de un semestre en  la Universidad de Miskatonic de Arkham, en parte con la esperanza de poder reunir fondos para organizar a su vuelta una expedición para estudiar unos extraños monolitos fotografiados en el desierto de Australia.
Con una barba de color rojo brillante, resulta ser una persona amigable y receptiva. Desgraciadamente, sabe poca cosa. No conoce a Jackson Elias. Nunca le ha visto. No sabe nada de su vida. Ha leído muchos de los libros de Elías debido a sus estudios de Polinesia y Nueva Zelanda, y recuerda algunos detalles de sus trabajos cuando el detective le dice algunos de sus títulos, pero nada más.

 El profesor Cowles tiene el hábito de escuchar con entusiasmo y de reunir historias relacionadas con costumbres extrañas; esto ya ha hecho que tenga algunos problemas con los altos cargos de la Universidad, que piensan que anda con malas compañias. Hombre locuaz una o dos preguntas por parte del detective Brasco bastan para que hable durante horas, tras varias horas de amistosa charla deciden ir a comer al restaurante favorito de Cowles, el "Grafton Dinner" cerca de la estación de tren, allí durante la comida el profesor resume encantado su conferencia en la Universidad de Nueva York.






lunes, 15 de abril de 2013

Los archivos del doctor Robert Huston

Alex (1)..........................Max Power................... Anticuario
Charlie (1)...................... Jaared Taylor..................Músico
Chema (1)......................Tyler M Freeborn............Profesor de Universidad
Tao (1)............................. Max Cady.........................Abogado


Tras una fatigosa y malograda investigación, siendo uno de los mayores escollos a sortear el portero del edificio donde antiguamente se encontraba la consulta del doctor Huston, los investigadores  finalmente consiguen seguir el rastro de los papeles e informes médicos del buen doctor. Después de que se le diera por muerto, su consulta fue cerrada, el local puesto de nuevo en alquiler y los archivos del doctor Huston fueron cuidadosamente recogidos, marcados y almacenados en el New York Medicall College fundado en 1860 que se encuentra en Park Avenue esquina con la calle 61. Tras su examen se halló que la mayoría eran de naturaleza médica, aunque los médicos más antiguos discreparon durante varios meses. Debido a ello siguen siendo confidenciales y sólo pueden acceder a ellos los herederos de Huston (si existen) o un médico que pueda justificar para qué.



Al parecer cuanto más conocía Huston a Carlyle, menos se decidía a poner cosas por escrito acerca de él...

Importaciones Emerson


Charlie (1)...................... Jaared Taylor..................Músico
Pascual (1)......................Kurt Russell.......................Policia
Tao (1)............................. Max Cady.........................Abogado



 Siguiendo una de las pistas que hallaron en los bolsillos de uno de los asesinos de Elias, los investigadores deciden acudir por la tarde a Importaciones Emerson para tratar de echar un vistazo y hablar con el dueño, lamentablemente el intenso tráfico neoyorkino les impide llegar antes de la hora de cierre, por lo que encuentran el lugar cerrado y en apariencia sin nadie.
 La empresa ocupa un edificio largo y estrecho con muelles de carga delante y detrás, habilitado como almacén, que está lleno de mercancias apiladas a una altura regular, y con una pequeña oficina en un altillo de la parte delantera.
Tras un rato de discreta vigilancia deciden echar un vistazo buscando la posibilidad de allanar el almacen sin ser vistos, pero los eventuales testigos, la falta de herramientas necesarias y la ausencia de un plan provoca que se retiren.

Al dia siguiente y en solitario el Agente Kurt Russell acude a hablar directamente con el responsable del negocio, el señor Arthur Emerson, un hombre de unos 50 años, que recuerda la visita de Jackson elias y expresa su condolencia, cuando se le informa de su muerte. Al parecer Elías habia estado recorriendo algunos importadores buscando ciertas conexiones con Mombasa. Emerson admitió recibir mercancias con origen keniata para un único cliente "La casa del Ju-ju", con domicilio en el 1 de Ransom Court en Harlem. El señor Emerson afirma estar seguro de que Elias pensaba visitar la Casa del Ju-ju, negocio que regenta un tal Silas N'Kwane.

sábado, 13 de abril de 2013

Jonas Kensington

Jonas, de 48 años, es el propietario y editor de “Próspero Press”, una editorial especializada en temas de fantasía y ocultismo, tanto de ficción como reales. Este modesto negocio no está dedicado a la producción de súper-éxitos, sino a la de libros que merecen ser publicados por su interés para un público selecto, tanto actual como de generaciones venideras. Cuando los investigadores aparecen por la editorial, Kensington esta encantado de recibirles, era amigo de Elías, había editado todos sus libros, y está encantado de ayudar todo lo posible pare resolver el misterio de la muerte de Elias.

Jonas Kensington
Cree que la policía está (por una vez) en lo cierto, y que la muerte de Elías es un asesinato ritual. Las sectas de asesinos era un tema en el que Elías estaba muy metido y Kensington es de la opinión de que o bien algún antiguo enemigo acabó con la vida del valiente autor o bien su último proyecto era más serio y peligroso de los que él creía. Al parecer, estaba convencido de que no todos los miembros europeos de la expedición Carlyle murieron. Al pedirle más información, hace sacar del archivo la carpeta de Elías y lee de allí la siguiente carta:


Después de esto Kensington recibió un telegrama desde Hong Kong en el que se le pedía un anticipo (que le fue enviado inmediatamente) y estas notas:


Desde entonces Jonas no supo nada de él desde mediados del mes anterior (16 de Diciembre de 1924), en que llamó desde larga distancia oyéndosele muy mal. Estaba muy excitado y se le notaba algo alterado emocionalmente. Dijo que había estado en China, en África por supuesto, y unos pocos días en Londres donde había conseguido sacar bastante material. Dijo que había visto cosas increíbles y se puso a gritar acerca de una conspiración a nivel mundial. Cuando el otro le dijo que se calmara, Elías replicó que no podía permitirse ni un respiro porque existía un calendario y necesitaba encontrar las piezas que faltaban, pero no quiso o no pudo explicar más. Después colgó diciendo que pronto estaría en Nueva York.
Al llegar a Nueva York días más tarde, dejó más notas, pero de una naturaleza tan extraña y exorbitante que Kensington pensó que o bien su amigo se había vuelto loco y necesitaba pasar seis meses en un sanatorio mental, o bien que no se fiaba de nadie y guardaba todos los datos en la mente:

Esta colección de notas es la que alarmó a Jonás Kensington. Las páginas están dobladas y encuadernadas hasta formar un pequeño volumen. Frecuentemente hay una docena de páginas en blanco. A veces una sola palabra se repite continuamente página tras página. La mayor parte de los párrafos están escritos de forma tan agitada que apenas pueden leerse:


El señor Kensington se comprometió con Max Power a colaborar en todo lo posible y a financiar la investigación para esclarecer el misterio del asesinato de Elías hasta con 1500$ .

viernes, 12 de abril de 2013

Diario de los últimos dias de Jaared Taylor (Parte I)






A primera hora teníamos una cita con Jonas Kensington, el editor de Elías. Nos presentamos en su oficina Max y yo. Ya se había enterado de la noticia y parecía bastante afectado, al parecer eran bastante amigos. Le contamos nuestra conexión con Elías y nos contó lo que sabía. Al parecer Elías había estado recopilando información sobre una extraña secta como solía hacer, cuando se encontró con que los miembros de la famosa expedición Carlyle podían estar vivos. Estuvo siguiendo varias pistas hasta que encontró a alguien que había hablado con Jack Brady el amigo de Roger Carlyle que hacía de Factotum. Le estuvo mandando varias cartas con la información que iba descubriendo (nos dejó estas notas) y recibió una llamada el 16/12/1924 donde le dijo que había estado en China, África y Londres, y que había escuchado algo sobre una conspiración de carácter mundial, que se acababa el tiempo. Nos contó que en esa llamada se le notaba muy nervioso y un poco fuera de sí, fue la última vez que habló con él. Le agradecimos su ayuda y nos dijo que lo llamáramos si necesitábamos ayuda, quería ayudar a esclarecer la muerte de su amigo.
Justo cuando nos marchábamos aparición un detective de la policía de New York, el detective Martin. Salimos lo más rápido que pudimos de allí sin despertar sospechas y nos dirigimos al bufete.

Esta reunión fue de lo más sorprendente. Estábamos Max y yo, Max Cady, Kurt Russell, Cinthya Connors y Donnie Brasco. Max Cady parecía bastante afectado por los sucesos del día anterior pero la señorita Connors volvía a encontrarse serena. Lo primero fue una explicación. Nos contó que creían que Elías había descubierto algo muy peligroso y fuera de lo normal. Llegados a este punto Donnie y Cinthya se miraron un momento y él asintió. "Lo que les voy a contar puede que les parezca increíble, más les puedo asegurar que es del todo cierto". Cogió un dossier que tenía en la mesa y nos lo pasó mientras hablaba. "Este informe contiene la investigación del último caso "especial" en el que participamos la señorita Connors y yo. Nos avisaron de que se estaban produciendo asesinatos un tanto extraños, y resultó que había dos niños zombis comiéndose a la gente del vecindario". Tras escuchar eso todos dimos un respingo pero Cady y Russell pusieron una cara de asombro casi cómica, seguida de una expresión de incredulidad que yo bien conocía de nuestra última "aventura". "Sé que es difícil de creer" siguió Cinthya, "pero les juro que era verdad". Pasando las páginas del dossier encontré una foto de un niño, lo que a primera vista parecía un niño. Mirando con más detenimiento la verdad es que parecía un zombi, ya que se estaba comiendo un cuerpo humano y tenía la piel como podrida y en algunos puntos se le veían los huesos. Dejó que pasaran unos minutos para que todos le echáramos un vistazo a los papeles. A pesar de haber vivido en mis propias carnes una experiencia similar ver aquellas fotos y leer un expediente de monstruos, horrores, asesinatos... en la ciudad de Arkham, en un lugar civilizado y lleno de gente....me aterrorizó.
"No todo en este mundo es como creen que es" prosiguió Cinthya, "hay horrores mas allá de lo imaginable acechando tras los muros de la realidad, el señor Power y el señor Taylor pueden corroborar mis palabras, ¿no es así?". Nunca pensé que contaría nada de lo ocurrido en Coppertown pero tras las revelaciones de Cinthya..."Pues la verdad es que sí, nosotros tuvimos un encontronazo con unos gusanos asesinos gigantes con tentáculos que controlaban mentalmente a unos mineros y tenían tratos con los dueños de la mina". Esto pareció demasiado para el escéptico señor Russell, bufó y nos miró como si estuviéramos chalados (quizás lo estuviéramos). Pero la seguridad de Cinthya era tal mientras hablaba que pareció convencerlo, sino que hubiera monstruos bajo la alfombra por lo menos que podía haber cosas que no comprendiera. Por su parte Cady estaba más pálido si cabe que cuando llegó.
Donnie nos contó lo de los niños zombis y nosotros le relatamos como huimos de los muchas cuerdas. Tras esto el ambiente, a pesar de la atmosfera de congoja, pareció volverse....como lo diría, de camaradería. Como ya sabíamos que podía ser que no nos enfrentáramos a cosa "normales" pedimos que nuestros honorarios fueran acorde al peligro. Conseguimos llegar a un acuerdo tras lo cual Cinthya nos comunicó que había hablado con Jonas Kesinton y este quería darnos más información. Había quedado con él en un restaurante del centro donde comeríamos mientras nos enseñaba lo que se había callado esta mañana.

En el restaurante Jonas reconoció que no nos había dado el resto de la información porque no estaba seguro de lo que haríamos con ella. Había unas notas que eran preocupantes y que podrían echar por tierra la reputación de Elías. Cuando las leí entendí las reticencias de Jonas. Elías se notaba mas desquiciado con el paso del tiempo llegando al punto de parecer totalmente fuera de sí en la última carta que envió a Jonas. En estas notas decía que todos los miembros de la expedición estaban vivos, que estaban intentando despertar algo y que tenía que conseguir los informes del médico de Roger Carlyle y los libros que estaban en su caja fuerte. Todo esto salteado con incoherencias y desvaríos. Jonas se mostró muy dispuesto a ayudar a esclarecer todo este embrollo y Power aprovechó para pedirle una acreditación de la editorial a lo que este respondió sorprendido pues no entendía bien para que nos podía servir eso, aún así acepto.

Salimos de allí cuando comenzaba a oscurecer y decidimos investigar otra de las pistas que teníamos, la tarjeta de "Importaciones Emerson". Power se dirigió a la biblioteca para seguir buscando información sobre los integrantes de la expedición mientras Cady, Russell y yo nos metíamos en el intenso tráfico de la tarde neoyorkina. Cuando llegamos a nuestro destino ya era tarde por lo que todos los establecimientos estaban cerrados incluyendo el que íbamos a visitar. Ya que estábamos allí decidimos echar un vistazo. Parecía una empresa de importaciones típica y todas las puertas y ventanas estaban bien cerradas. Pensamos en la posibilidad de colarnos pero desistimos tras comprobar lo resistentes de los cerrojos y lo inaccesible del tejado. Volveríamos al día siguiente mejor preparados...
Volvimos al bufete y tras buscar un rato Cady consiguió encontrar la dirección de la finca de la familia Carlyle, donde podríamos encontrarnos con la hermana de Roger, Érica. Russell nos comentó que la policía había estado consultando a un experto en sectas, un tal Mordegai Leming o algo así. Aunque no había resultado de mucha ayuda para la policía decidimos visitarle al día siguiente. 

Debo aclarar que Kurt Russell ya no trabaja como policía. Desconozco las razones por las que lo han apartado del servicio pero después de su actuación con los asesinos de Elías lo condecoraron y seguidamente le dieron vacaciones indefinidas. Así que nuestro compañero ya no era agente de la ley aunque se comportara como tal.

Diario de Max Cady (Parte I)



13 de enero de 1925

Otro día de trabajo intenso. El caso McMardigan me está causando verdaderos quebraderos de cabeza, más por la vastedad de información que por la complejidad del caso. Aún así tengo tiempo de sobra para prepararlo y confío en que todo salga bien. Por su parte, la jefa está estresada con el Fieldman. La vista es pasado mañana y, aunque lo tiene todo más que controlado, cuando yo he salido del bufete todavía andaba liada con los archivos. La verdad es que ganar este caso supondría un gran paso adelante para la firma y la señorita Connors lo sabe. Es una buena jefa. Consigue que las cosas se hagan y exige a todo el mundo que sea tan eficiente como ella. La verdad es que considero que ha sido todo un acierto venir de Washington, ahora tengo la oportunidad de trabajar con los mejores y de que me asignen casos verdaderamente importantes. Hoy no me extenderé más. Aprovecharé para irme a dormir que mañana promete ser un día intenso…

14 de enero de 1925

Hoy ha sucedido algo verdaderamente inusual en el trabajo: la señorita Connors ha recibido un telegrama de un amigo suyo, un tal Jackson Elías. Al parecer se trata de un escritor del tres al cuarto, cuyos libros versan sobre sectas y asuntos varios relativos a las mismas. En el telegrama anunciaba que llegaría a Nueva York mañana, aunque no decía como ni a qué hora. También mencionaba algo referente a la expedición Carlyle y, aquí viene lo extraño, la srta. Connors me ha ordenado interrumpir mi actividad y telefonear a 4 números de teléfono para reunir un grupo de investigadores y ponerlos al servicio del tal Elías.

He llamado uno por uno: el primero era un anticuario afincado en Nueva York, un tal Max Powell y su socio, un tal Taylor (no recuerdo el nombre). Por lo visto, también han tenido en el pasado contacto con la srta. Connors, pues parecía conocerla, aunque la cortesía en el trato apuntan más a una relación personal. El segundo no ha contestado al teléfono: se trataba de un profesor de historia o arqueología o algo así y su nombre era Freeborn. Seguiré probando mañana. El tercer elemento en discordia era un tipo seco, policía para más señas, que respondía al nombre de Kurt Russell. No parecía conocer de nada a la jefa pero al parecer la llamada ha picado su curiosidad y ha accedido a reunirse con nosotros en las oficinas.

Los tres individuos han hecho acto de presencia en el bufete hacia media tarde y la srta. Connors, jodidamente meticulosa como siempre, había preparado una reunión en menos que canta un gallo. La acompañaba otro individuo al que no había visto en mi vida, un tipo fornido, que fumaba un cigarrillo tras otro de forma compulsiva y que trataba con familiaridad inusitada a la jefa. Creo que la señorita Connors le ha presentado como Donny Brasco o algo así. Tras las presentaciones, nos ha facilitado unos documentos relativos a la susodicha expedición Carlyle, que al parecer fue un capricho de un millonetis al que hace unos 5 años le dio por irse a escarbar a Egipto, pasando primero por Londres. Al parecer en mitad del trabajo y tras conseguir desenterrar algo de cierto valor, el tal Carlyle y su grupo (compuesto igualmente por miembros de la más alta alcurnia) quisieron irse de safari a Kenya pero al llegar allí las cosas se torcieron y los cazados fueron ellos. La expedición estuvo desaparecida durante unos meses y hasta la hermana del millonario acudió desde Nueva York para intentar esclarecer el asunto, que acabó cuando se descubrió que un grupo de indígenas miembros de una tribu acabó con sus vidas y con las de los porteadores que los acompañaban de forma salvaje. Los presuntos culpables fueron ajusticiados, siendo pasto de la horca y la fortuna de Carlyle pasó a manos de su abnegada hermana.
Al término de la reunión cada mochuelo ha ido a su olivo, a rumiar lo que había escuchado previamente. Yo me he quedado comprobando nombres y direcciones, tratando de verificar sobre todo la ruta seguida en Kenya por el malhadado grupo pero lo que he podido hallar no ha sido gran cosa. Al final, hemos quedado todos en reunirnos mañana en cuanto tengamos noticias del amigo Elías.
A todo esto, mañana es la vista del caso Fieldman, por lo que de nuevo la jefa se ha tenido que quedar en el bufete cuando yo me he despedido, eso sí, en compañía de su amigo el señor Brasco.

16 de enero de 1925

Ayer no pude ni escribir una palabra y hoy me ha costado bastante pero creo que conviene que todo esto quede registrado de alguna forma. Empezaré por relatar los acontecimientos que ocurrieron durante el día de ayer por donde los dejé previamente.
Al día siguiente de nuestra primera reunión, fui, como cada día, a Ferguson, Steward & Connors a trabajar. Durante una buena parte de la mañana todo transcurrió con normalidad y la rutina únicamente fue interrumpida por las puntuales llamadas horarias del diligente Sr. Powell, que telefoneaba continuamente para preguntar si habíamos recibido alguna información novedosa con respecto a Jackson Elías. Lamentablemente no pude darle ninguna respuesta positiva a este respecto. La srta. Connors parecía haberse olvidado de la reunión del día previo e incordiaba incesantemente mientras se preparaba para ir al juzgado. No obstante en cuanto se marchó por la puerta se precipitaron los acontecimientos.

Como unas dos horas después de que la jefa saliera por la puerta, Michelle me comunicó que tenía una nueva llamada. Pensando que sería nuevamente el señor Max Powell descolgué el auricular pero la voz que oí al otro lado del aparato no era la del puntilloso anticuario sino otra voz más profunda y que hablaba de manera entrecortada. Me preguntó por la jefa y le dije que no se hallaba en el bufete en ese momento. Tras sopesarlo unos instantes y sin presentarse, me dijo que le esperaba esa misma tarde a las 8 en el hotel Chelsea. Intuyendo de quien se trataba intenté entablar conversación pero en cuanto pronuncié su nombre colgó apresuradamente, de modo que al “¿es usted el señor Elías?” me contestó con un sonoro ‘clac’. Inmediatamente telefoneé al juzgado donde me comunicaron que todavía seguían con el juicio. Resolví ir a comer algo e intentarlo de nuevo después. Cuando así lo hice volví a obtener la misma respuesta. Comencé a sentirme algo de nerviosismo por lo inusual de la situación, supongo y dicho nerviosismo se incrementó cuando, a eso de las 6 de la tarde recibí la enésima llamada horaria del sr Powell. Cuando preguntó si teníamos noticias del señor Elías le dije que sí y le comuniqué la cita que había tratado de concertar con la srta. Connor. Aún a riesgo de contrariar a la jefa, acordamos acudir en su nombre al hotel Chelsea y encontrarnos con el señor Elías, quizás una de las decisiones que más he lamentado en mi vida…

Como el señor Powell y el señor Taylor se hallaban en otro punto de la ciudad, resolvimos quedar en un punto intermedio y llegar juntos al hotel Chelsea. Avisamos asimismo al agente Russell quien con su flema habitual accedió a acompañarnos. Así pues, una media hora antes de las 8 de la tarde nos reunimos de nuevo los cuatro y nos dirigimos al lugar de la cita.

El hotel era un sitio maravilloso, un edificio antiguo con un aire clásico encantador. Llegamos con el tiempo justo y preguntamos al recepcionista el número de habitación del señor Jackson Elías que nos facilitó sin problemas. Asimismo nos contó que el huésped había llegado hacía unas horas y que no le habían visto salir de su habitación por lo que era de esperar que continuara allí. Le dimos las gracias y subimos hasta la 4ª planta, que era donde estaba la habitación. Llamamos a la puerta pero nadie contestó, pese a insistir largo rato. El señor Powell comentó que lo mejor sería tratar de convencer al recepcionista o a algún tipo de trabajador del hotel para que abriera la puerta y se encaminó de nuevo a la planta baja, seguido poco después por el policía, lo que nos dejaba solos al negro y a mí frente a la puerta cerrada de la habitación de Jackson Elías. Tras sopesarlo un poco y llegando a la conclusión de que el señor Taylor no se escandalizaría precisamente, decidí intentar abrir la puerta con mis “habilidades manuales”, aprendidas de mi padre en la tienda de relojes. Entre la tensión, lo extraño del momento y el hecho de estar siendo observado mientras cometía un acto que podría considerarse reprobable, aquella cerradura se me resistió en primera instancia y no hallé forma alguna de abrirla. Cuando acometía la tarea una vez más, vi subir por las escaleras al señor Powell y al señor Russell acompañados de un empleado del hotel por lo que decidí en tácito acuerdo con el señor Taylor, no continuar con mi labor y, tras cruzar una mirada nerviosa con mi compañero, seguimos aporreando la puerta. Por supuesto nadie respondió y al cabo de un corto rato el trío llegó a nuestra altura. Dejamos sitio al recepcionista, que dudó unos instantes sobre si debía o no abrir mientras jugueteaba, al parecer algo nervioso, con el manojo de llaves que llevaba en las manos. No obstante, el momento de duda fue superado por la presión del señor Powell y el agente Russell, que le exhortaban a abrir urgentemente no fuera que al señor Elías le hubiese sucedido algo malo, como un ataque al corazón o algo por el estilo.

El joven empleado introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar, avanzando unos pasos hacia el interior de la habitación mientras hacía saber al propietario de ésta que entrábamos. De repente, se oyó un sonoro ‘chaf’ y el recepcionista comenzó a convulsionar violentamente para, acto seguido, caer al suelo con una herida horrorosa en la cabeza por la que podía verse el cerebro del desdichado muchacho y por la que manaba sangre a borbotones.

A partir de ahí todo se volvió muy confuso. Perdí la consciencia de lo que sucedía a mi alrededor y no sé cuánto tiempo permanecí en estado de shock. Volví a la horrible realidad que me rodeaba obligado por el señor Taylor, quien me zarandeaba inmisericordemente por los hombros y me gritaba en un idioma que no conocía. Cuando por fin pude entenderle, comprendí que me pedía ayuda para sacar al muchacho herido de la habitación y tratar de ayudarlo y aunque lo ayudé a hacerlo en cuanto lo vimos más de cerca supimos que la tarea era cuanto menos utópica. Se oyeron varios disparos que venían del exterior y cuando levanté la cabeza y miré hacia el interior de la habitación, volví a quedar catatónico. La escena que se desplegaba ante mí era lo más horroroso que he contemplado en mi vida, lo que es mucho decir teniendo en cuenta que acababa de presenciar como abrían la cabeza de un recepcionista de hotel como si fuera un melón delante de mis narices hacía escasos segundos.
La habitación aparecía parcialmente cubierta por sangre y vísceras. La cabeza colgando de un hombre, con un rictus agónico indescriptible, colgaba por los pies de la cama y en la frente del desdichado habían marcado con una hoja afilada un extraño símbolo que no había visto en mi vida. Antes de volver a entrar en shock entreví la, en la pared opuesta a la puerta, al señor Taylor que salía a lo que debía de tratarse de la escalera de incendios a través de una ventana abierta y oí asimismo varios disparos más en la calle.

Lo siguiente que recuerdo es una algarabía de voces y gritos. Eché un vistazo a mi alrededor y comprobé que seguía en la cuarta planta del hotel Chelsea. Por todos lados había gente hablando, gritando y corriendo. Algunos valientes pasaban a mi lado y soltaban exclamaciones e improperios al ver la macabra escena que había a unos pasos de mí. Sin volver la vista atrás me abrí paso como pude hasta la planta baja, donde el caos era mayor aún si cabe.
Acordándome de repente, traté en vano de localizar a alguno de los compañeros con los que había llegado al hotel pero todos parecían haberse esfumado. Fue entonces cuando comencé a oír las sirenas de policía. Al principio el pánico volvió a atenazarme nuevamente y mi primera reacción fue tratar de huir. No obstante tuve un momento de lucidez y supe que si huía solo empeoraría las cosas, puesto que el recepcionista que nos había atendido al principio daría mi descripción y la de mis compañeros y nos identificarían con casi toda probabilidad, convirtiéndonos en los principales sospechosos de las muertes y añadiendo además el delito de fuga. De modo que esperé a que entraran al hotel y comenzaran a hacer preguntas y me aseguré de que mi testimonio fuera el siguiente al del recepcionista, para dar más credibilidad a mis palabras y que él pudiera confirmarlas.

Cuando por fin me autorizaron a marchar, salí del hotel y me di de bruces con el señor Kurt Russell, que estaba prestando declaración. Él, a su vez, pareció verme también por lo que deambulé por los alrededores esperando a que finalizara su comparecencia, mientras pensaba en que hacer a continuación. Cuando terminó, se llegó hasta mí y me contó la increíble historia de cómo él solo había acabado con 3 sujetos que, al parecer, habían sido los presuntos asesinos del señor Jackson Elías. También me dijo que el señor Taylor había seguido sus pasos y contribuido a neutralizar a los asesinos pero que se había visto forzado a huir, ayudado por el señor Powell, para no verse envuelto en líos con la policía. Por lo tanto solo estábamos los dos. Le propuse acudir al bufete, pues temía por la seguridad de la señorita Connors y además quería contarle de primera mano la muerte de su amigo Jackson Elías. Accedió a acompañarme de modo que nos encaminamos hasta donde había aparcado el Chevy y enfilamos a Ferguson, Steward & Connors.

Cuando llegamos, encontramos a la señorita Connors como siempre en su despacho. Cuando preguntó de dónde salíamos le conté toda la historia de sopetón y ella pareció bastante afectada al enterarse del desgraciado destino de su amigo. No la había visto así nunca, parecía incluso frágil… De repente, el agente Russell comenzó a hacerle todo tipo de preguntas y a hostigarla de manera incomprensible y harto grosera. Por lo visto, creía que nos había ocultado información y le presionaba en aquellos momentos de debilidad para que revelara lo que no nos había dicho. Una buena táctica si se es capaz de discernir cuando una persona está a punto del colapso, pues si no se corre el riesgo de provocar el efecto contrario: que se cierre en banda y quedarte sin información. Por lo visto el agente Russell desconocía este punto y continuaba molestando con sus preguntas a la señorita Connors y, de paso, a mí también. Ella estaba visiblemente destrozada y al final hasta el tosco policía acabó dándose cuenta, cesando en su diatriba. Como aun temía por su seguridad me ofrecí a acompañarla a casa (¿creo que la llamé Cynthia?) a lo que rehusó cortésmente alegando que haría llamar a un chófer de la empresa para llevarla a su chalet. Me pareció razonable de modo que nos despedimos hasta el día siguiente, quedando en volver a encontrarnos en el bufete por la mañana.

Cuando llegué a casa estaba tan conmocionado que no tuve voluntad para ponerme a escribir en este diario. De hecho ni lo contemplé. Me metí a la cama sin cenar y me quedé dormido después de varias horas dando vueltas, pese a que creo poder afirmar que no he estado tan agotado ni física ni mentalmente en toda mi vida.

lunes, 8 de abril de 2013

La Habitación 410

Alex (1)..........................Max Power................... Anticuario
Charlie (1)...................... Jaared Taylor..................Músico
Pascual (1)......................Kurt Russell.......................Policia
Tao (1)............................. Max Cady.........................Abogado

Hotel Chelsea

Hotel Chelsea
El Hotel Chelsea es un famoso hotel por el cual han pasado numerosos artistas, músicos y escritores que han del hotel un centro cultural y artístico del mundo bohemio de Nueva York. Está situado en el 222 Oeste de la Calle 23rd, entre la Séptima y la Octava avenida. Construido en 1883, el hotel recibe visitantes, pero principalmente es conocido por residentes de larga temporada.
El hotel contiene las ilustraciones creadas por muchos de los artistas que han pasado por el hotel. Fue el primer edificio que se enumeró en la ciudad de Nueva York como lugar cultural y edificio histórico.

El edificio de ladrillo rojo fue construido en 1883 como una cooperativa privada de apartamentos que se abrió en 1884; a sido el edificio más alto de Nueva York hasta 1902. En ese entonces el Chelsea, y particularmente, la calle en la cual el hotel fue construido, eran el centro del distrito del Teatro de Nueva York. Sin embargo, algunos años después la combinación de la preocupación económica y la nueva localización de los teatros arrunió a esta cooperativa. En 1905, el edificio fue adquirido y se abrió como hotel.


La Habitación 410 

Debido al intenso tráfico de New york, los investigadores llegan al hotel Chelsea justo a la hora de la cita, preguntan en la recepción por el señor Jackson Elias a lo que el recepcionista les comenta que hace varias horas que volvió al hotel, subió a su habitación y no le ha visto bajar por lo que sin duda se haya en su habitación.

Los investigadores suben hasta la 4º planta y llaman a la puerta sin obtener respuesta, vaya... quizas el señor Elias este durmiedo o quizas haya salido y el recepcionista no lo haya visto, tras esperar 10 minutos ante su puerta, el señor Max Power se decide a consultar al recepcionista, el agente Kurt Russell le sigue poco despues, en un arrebato delictivo el abogado Max Cady se decide a probar a forzar la cerradura resultando infructuoso su intento (N del G: lo cual resultara ser una suerte tanto para él como para Jared Taylor como se vera poco despues). Mientras en la recepción Power y Russell logran convencer al recepcionista para que suba a echar un vistazo en la habitación de Elias convenciendole de que quizas este en un apuro.

El recepcionista llama a la puerta del señor Elias sin obtener respuesta alguna, los investigadores le apremian para que abra la puerta, el botones introduce la llave y abre la puerta, - ¿Señor Elias esta usted? ¿va todo bien? de repente un sonoro y macabro sonido “pchapt”, y el botones cae al suelo con una profunda herida en la cabeza de la que brota sangre a borbotones.

Gracias a su entrenamiento, el agente de policia Kurt Russell irrumpe con su revolver sin pensarselo dos veces en la habitación, mientras Jared y Max Cady sacan al botones de la habitación para tratar de auxiliarlo sin exito, la visión en el interior de la habitación es estomagante; Elías se encuentra en la habitación (o al menos parece que están todas las partes de Elías). Todo esta revuelto y lleno de sangre e intestinos.

Cuerpo de Jackson Elias
Detalle de la marca en la frente de Jackson Elias

¡La ventana está abierta!, ¡¡Alto Policia, detengase!!, grita el agente Russell mientras se dirige rapidamente hacia la ventana por donde ha visto la sombra de un hombre escapar por la escalera de incendios, una silueta corre escaleras abajo, mientras abajo en el callejón dos figuras más se alejan a toda prisa corriendo en dirección hacia un  Hudson negro aparcado a la entrada de la calle, gracias a su entrenamiento el agente Russell evalua la situación rapidamente y abre fuego con su arma reglamentaria contra el hombre en cabeza que se dirige hacia el coche,¡¡Bang!!, el disparo resuena por todo el callejón, uno de los sospechosos cae abatido gracias a un certero disparo y el policia continua bajando las escaleras, cuando aparece de repente de entre las sombras otro de los sospechosos  que huia, salta hacia el esgrimiendo una pranga con la que intenta golpearle en la cabeza, durante unos segundos los dos hombres luchan, mientras en el callejón uno de los fugados registra el cuerpo buscando algo, durante el forcejeo el sospechoso se precipita hacia el suelo desde el segundo piso, esparciendose sus sesos por el callejón, el agente continua bajando las escaleras y ataja el ultimo trecho saltando, hiriendose en el tobillo incapaz de alcanzar al hombre que ahora escapa dentro del coche, el agente vuelve a abrir fuego, la bala se cuela por el cristal del copiloto hiriendo al sospechoso que no puede evitar estrellar el coche contra la pared, renqueante rodea el coche y se acerca hacia la puerta del conductor, solo para ver que esta se encuentra abierta y el conductor no esta dentro del coche, de repente un sonido a su espalda alerta al policia que girandose rapidamente consigue desarmar y reducir al sospechoso.

Mientras Jared Taylor ha descendido por las escaleras y contempla asombrado lo que ha sucedido, hay un negro que debe haber caido desde cierta altura ya que su sangre y trocitos de su cerebro se extienden por el suelo formando un amplio charco, más adelante se encuentra un hombre blanco tendido en el suelo de bruces que parece haber recibido un disparo y al fondo cerca de un coche accidentado se encuentra el agente Russell que mantiene inmovilizado al otro sospechoso de color.

Pensando en el posible interrogatorio posterior, Jared se acerca para tratar de realizar los primeros auxilios sobre el hombre que se encuentra tendido en el suelo, cuando le da la vuelta, el hombre utiliza el arma que escondia bajo su cuerpo tratando con claras intenciones homicidas, recibiendo Jared un fuerte golpe en la cabeza que le abre una profunda brecha en la cabeza.



Jared asustado y sorprendido reacciona por instinto y sacando su arma descerraja varios tiros sobre su agresor, que cae fulminado bajo los disparos.

Todos los sospechosos visten andrajosamente y llevan un repulsivo gorro de aspecto terrorifico, con una tira de color rojo que cuelga de la frente, registrando los bolsillos de los 3 sospechosos antes de que empiece a llenarse el lugar de curiosos encuentran varios papeles que se guardan para examinar posteriormente, el sonido de las sirenas de la policia es la señal que necesita Jared para poner pies en polvorosa de este macabro escenario, dirigiendose con la ayuda del señor Max Power (N del G: debido al color de su piel y a la herida de su cabeza que sangra profusamente no les resulta nada facil tomar un transporte público), el agente Russell espera a la policia para explicar lo sucedido con la ayuda del abogado Max Cady que se encuentra en estado de shock.






La Expedición Carlyle


La expedición Carlyle zarpó de Nueva York en 1919 bajo la dirección de Roger Carlyle, de 24 años de edad, millonario y playboy quien, inexplicablemente, se apartó de su habitual modo de vida para financiar y dirigir una expedición arqueológica a Egipto. Los principales miembros de la expedición eran Sir Aubrey Penhew, de 54 años, notable egiptólogo, rico y miembro de la nobleza; Hypatia Masters, de 27 años, una bella muchacha perteneciente a la clase alta, además de ser una reconocida lingüista y fotógrafa; Jack “Brass” Brady, de 36 años, mercenario, experto en armas, confidente y guardaespaldas de Carlyle; y por último el doctor Robert Huston, de 52 años, psicoanalista de moda e intérprete de sueños.


La expedición abandonó Nueva York en dirección a Londres (donde ya se encontraba Penhew) y desde allí, al cabo de unas semanas, emprendieron el camino hacia El Cairo. Utilizando esta ciudad como base, la expedición realizó una serie de excavaciones en el desierto, rumoreándose que consiguieron un importante hallazgo, pero negándose los miembros de la expedición a hacer declaraciones a la prensa. A continuación partieron hacia Mombasa, en Kenia, dirigiéndose después hacia Nairobi, en el interior.




En Nairobi, a principios de Agosto, la expedición contrató a 20 porteadores nativos, internándose en las regiones menos habitadas. Al principio fueron vistos a menudo; las últimas cartas de ellos llegaron a principios de Septiembre y después desaparecieron. En Marzo de 1920, un nativo de la etnia Kikuyu informó a las autoridades de Nairobi de que un grupo de hombres blancos se dirigía hacia la Montaña del Viento Negro, nombre local de uno de los picos más altos de Kenia. Más tarde circularon rumores de que la expedición había sido destruida por fuerzas inhumanas.


Al cabo de diez semanas de esfuerzos, una expedición de rescate financiada por Erica, la hermana de Roger, encontró los restos de la expedición. Los cadáveres de los porteadores estaban extraordinariamente bien conservados si bien parecían haber sido despedazados por animales, aunque el informe del forense no mencionaba huellas de dientes en los huesos. Los porteadores habían sido horriblemente masacrados y despedazados y el campamento destruido por completo, a lo que colaboraron las lluvias y el crecimiento de la maleza en los meses que siguieron al desastre. No se encontró rastro alguno de los blancos que dirigían la expedición, hecho que quedó confirmado al no encontrarse ningún cadáver con arreglos dentales. A pesar de algún informe que apuntaba a lo contrario, los cuerpos se hallaban esparcidos en campo abierto y no se había hecho esfuerzo alguno para ocultarlos.


El crimen se atribuyó a los nativos de la tribu Nandi aunque algunas fuentes mencionaron que podría ser obra de una secta pagana (la Lengua Sangrienta), que tiene bastantes seguidores en la zona, pero las autoridades no dieron crédito a esa versión en el juicio posterior. Algunos Nandi fueron ahorcados, los miembros de la expedición desaparecidos fueron declarados muertos y el incidente fue olvidado, como cualquier crimen.”



Los investigadores tras ciertas pesquisas e indagaciones han obtenido algo de información sobre algunos miembros de la expedición Carlyle, la cual se detalla a continuación:

ROGER VANE WORTHINGTON CARLYLE: carece de antecedentes policiales y no consta que realizara el Servicio Militar. Siempre rico, siempre ignorado y descuidado por su padre, el joven Carlyle necesitaba afecto continuamente. Sus abogados consiguieron librarle de un juicio por paternidad a los 17 años. Cuando tenía 18 tuvo que someterse a un corto tratamiento de rehabilitación por alcoholismo, y de nuevo a los 20. Se graduó milagrosamente en Groton (N. del G.: un internado para gente “bien”) pero tuvo que marcharse honorable aunque inevitablemente de varias excelentes universidades (Harvard, Yale, Princeton, Miskatonic, Cornell y la Universidad de California en Sacramento) en tres años. Cuando sus padres murieron en un accidente de coche Carlyle pareció encontrarse a sí mismo y durante un año se ganó la admiración general de sus pares, servidores y parientes. Sin embargo, cuando su enérgica hermana (que no había descuidado sus estudios) demostró estar más capacitada para llevar los asuntos de la familia volvió a sus antiguos hábitos.
Su falta de carácter pareció confirmarse cuando Carlyle cayó bajo la influencia de la misteriosa mujer del África Oriental, una supuesta poetisa que utilizaba el pseudónimo Anastasia Bunay. Al poco tiempo empezaron a llegar rumores de orgías y excesos aún peores a oídos de la policía, la prensa y otros cuyo oficio es saber cosas. Al mismo tiempo, Carlyle empezó a extraer grandes sumas de dinero de los intereses familiares, lo que le acarreó no pocas disputas con su hermana y los asistentes de ésta. Sin embargo, en persona Carlyle continuó aparentando seriedad y decoro, convirtiéndose en una figura popular en el ambiente nocturno de Nueva York. El mes anterior a su partida para Egipto parecía haber encontrado nueva seriedad aunque los objetivos de la expedición eran inescrutables aún para aquéllos cuya obligación debería haber sido saberlos.
La familia Carlyle es enormemente rica desde la Guerra Civil. El primer Carlyle, que se llamaba en realidad Abner Vane Carel, fue deportado al nuevo mundo (concretamente a Virginia) en 1714 tras ser hallado culpable por las autoridades de su Derbyshire natal de 'conducta impropia y desesperada'. Era hijo ilegítimo y desacreditado de un noble de los Midlands de poca relevancia. Su hijo Efraím se trasladó a Nueva Inglaterra adoptando el apellido Carlyle por quedar más señorial, y fue quien cimentó la fortuna familiar invirtiendo en las industrias maderera y textil.”

SIR AUBREY PENHEW: servicio limitado en los Yorkshire Guards de 1901 a 1902; su único antecedente policial es haber sido cogido in fraganti cuando intentaba birlar un casco de policía en la Universidad (Oxford, 1898). Su vida pública es fácil de investigar con una ojeada al Quién es quién o al Burke's Peerage. Con la inevitable cuota de ovejas negras y bribones a lo largo de los siglos, los Penhew trazan sus nobles orígenes hasta Guillermo el Conquistador, cuando Sir Boris Penhew adquirió grandes propiedades en el Oeste de Inglaterra, la prosperidad y el prestigio de los Penhew han permanecido incólumes durante ocho siglos.
Sir Aubrey estudió Arqueología en la Universidad de Oxford, graduándose con matrícula de honor e invirtiendo los siguientes años en Egipto donde estuvo realizando exploraciones y excavaciones de prueba en las por aquel entonces poco conocidas zonas de río arriba, la Primera Catarata y aún más arriba. Como señala su biografía oficial, Sir Aubrey es el fundador de diversas ramas de la Egiptología, amén de haber realizado infinidad de importantes descubrimientos arqueológicos, particularmente en Dhashur. Casi tan importante como él, la Fundación Penhew, creada por Sir Aubrey, ha emprendido muchas e importantes investigaciones en Inglaterra y en el extranjero, y es la responsable de la educación de gran cantidad de jóvenes prometedores pero carentes de recursos.
Sir Aubrey tiene cierta cantidad de residencias conocidas, incluyendo mansiones en Londres, los Cotswolds (N. del G.: región del suroeste de Inglaterra), Mónaco y Alejandría, además de pisos en París, Roma y Atenas. Es tremendamente rico y según parece aumentó su fortuna a través de compañías americanas participadas por él durante la Gran Guerra.
Aunque es una figura pública, la vida privada de Sir Aubrey es casi totalmente desconocida. Es soltero y no tiene familia o herederos aparte de la Fundación Penhew. Sus compañeros egiptólogos le tienen en gran estima.”

EL DOCTOR ROBERT ELLINGTON HUSTON: carece de antecedentes policiales, no hizo el servicio militar. El menor de tres hermanos, hijo de un médico de Chicago. Robert se graduó con honores en Johns Hopkins (N. del G.: famosa escuela de medicina de los EEUU), al cabo de tres años se libró de su consulta de enfermedades circulatorias así como de su mujer, yendo a Viena a estudiar primero con Freud y luego con Jung. Huston fue uno de los primeros americanos en acometer tan esotéricos y controvertidos estudios que aparentemente tenían mucho que ver con comportamientos sexuales que ninguna persona normal podía adoptar. Su pasado al parecer salaz y peligroso, así como sus elegantes costumbres y su agudo ingenio le granjearon una enorme popularidad a su vuelta a Nueva York, donde estableció una consulta de psicoanálisis.
Huston consiguió en seguida fama y popularidad, especialmente por lo elevado de sus facturas que estaban entre los 50 y los 60 $ por visita.

HYPATIA MASTERS: no tiene antecedentes policiales. Heredera de la familia Masters, propietaria de una gran fortuna en industrias de armamentos, la historia de la cual fue ampliamente publicitada en el libro Amos de la corrupción, por Nikolai Steinburg. El abuelo de la señorita Masters, Aldington, conservó y aumentó la fortuna dejando la mayoría de las decisiones a una serie de Directores Generales que, por lo general, marcaron líneas de actuación inteligentes y provechosas a largo plazo. George, el padre, también adoptó tan relajado ritmo de vida invirtiendo la mayor parte de su tiempo en malcriar a su hija. Hypatia fue a academias suizas y francesas, mostrando facilidad para los idiomas, y siendo su mayor interés la fotografía. Algunas de sus colecciones recibieron excelentes críticas y reunieron públicos multitudinarios. Se sabe que la señorita Masters había salido con Roger Carlyle varias veces, pero la relación parece haber sido siempre tan solo amistosa. Aparentemente había pocas razones para su presencia en la expedición.”

 “JACK 'BRASS' BRADY: posee un amplio y dilatado historial policiaco en el que figuran peleas de bar, hurtos de poca monta y una acusación de asesinato de la que fue absuelto. Como sargento de la Infantería de Marina estuvo en China y más tarde en Francia durante la Gran Guerra, haciéndose merecedor de una Estrella de Bronce y varias citaciones en el orden del día. Se rumorea que hizo de mercenario en Turquía y que habla el Turco y el Árabe, así como diversos dialectos chinos. La acusación de asesinato se basa en una pelea en un campo petrolífero en la que, al parecer, Brady cogió fuertemente a su contrincante por el cuello, ahogándole antes de que los presentes pudieran apartarles. El incidente llamó la atención de Roger Carlyle, quien por aquellas fechas se acababa de matricular en la Universidad de California. Tras una conversación de más de una hora, se forjó entre los dos una fuerte alianza, extraña para cualquiera que conociera a Carlyle puesto que el joven nunca había tenido amigos. Carlyle organizó la defensa con los mejores abogados del país quienes procedieron metódicamente a demoler el aparentemente fácil alegato de la acusación y a eclipsar el testimonio de diversos testigos oculares con lo cual el veredicto final fue absolutorio por la concurrencia de algunos motivos técnicos. Desde entonces, Carlyle y Brady raramente se separaron actuando éste unas veces como guardaespaldas y otras como portavoz de aquél. En la expedición Brady actuaba de capataz y encargado general, realizando la tarea sorprendentemente bien."




Una reunión en Ferguson, Stewart & Connors

Una vez reunidos en el despacho de abogados Ferguson, Stewart & Connors, la señorita Cynthia Connors les habla sobre Jackson Elias y la profunda amistad que les une, esta interesada en ayudar en todo lo posible a su amigo, del cual piensa que debe estar metido en algun lio. Para los no profanos en la materia resulta una sorpresa descubir que el señor Jackson Elias era un más que prolifico escritor de libros centrados en sectas.

Un telegrama de Jackson Elías


Alex (1)..........................Max Power................... Anticuario
Charlie (1)...................... Jaared Taylor..................Músico
Pascual (1)......................Kurt Russell.......................Policia
Tao (1)............................. Max Cady.........................Abogado

A principios de Enero de 1925 la señorita Cynthia Connors una abogada de cierto renombre nacida en Arkham (Massachusents) y desde hace varios años residente y socia en una firma de abogados en Nueva York recibe un intrigante telegrama enviado por su viejo amigo, Jackson Elias, desde un barco en alta mar.


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Debido a que el futuro de la firma  Ferguson, Stewart & Connors esta en juego con un caso de vital importancia para el bufete, la señorita Cynthia Connors delega en su mano derecha el señor Maximilian Cady la preparación de la reunión, siendo este el encargado de llamar a las personas que figuran en una lista de personas proporcionadas por la señorita Connors.

- Max Power: El señor Max Power, anteriormente conocido como Charles Xavier hasta que durante un viaje a Nuevo Mexico en lo que parecia un simple caso de lucha sindical minera acabo enfrentandose a los hermanos Beansley propietarios de los principales pozos mineros de CopperTown y a los Cthonians que habitaban en las profundidades de los pozos.

- Jaared Taylor: Un músico y trotamundos afroamericano, recientemente cambio su nombre de James O'relly por el de Jaared despues de verse envuelto en una peligrosa investigación junto con el Profesor Charles Xavier para ayudar a Jose Green y a la IWW a desentramar un asesinato producido en las minas de CopperTown.

- Kurt Rusell: Un duro policia del departamento de New york, hijo de uno de los comisarios de policia más galardonado y respetado de la ciudad, durante muchos años fue detective en la brigada de homicidios, tras una serie de problemas dentro del departamento tuvo que alejarse de los focos y volvio a patrullar las ciudades como policia de uniforme.

- Maximilian Cady: Nacido en el seno de una familia humilde para Max Cady el fracaso nunca fue una opción, acostumbrado a la excelencia desde joven, el señor Cady se labró una buena reputación trabajando en una firma de abogados de Washington hasta que sus logros llegaron a oidos de la señorita Cynthia Connors que insitió en ficharlo como nueva promesa del bufete.

Movida por la preocupación la señorita Cinthya Connors telefonea personalmente a un viejo amigo de Arkham, el señor Donnie Brasco un entendido en las ciencias ocultas que antiguamente se ganaba la vida como detective privado, despues de una serie de macabros casos  fue internado en el hospital psiquiatrico de Arkham durante 2 años, al salir se volcó en el club que habia fundado años atras junto a su mejor amigo el señor John Corso, "La Asociación de los Caballeros del Libro".

 Todos son convocados a una reunión urgente en el despacho de la señorita Cynthia Connors en Ferguson, Stewart & Connors, donde se les explicaran los detalles para la reunión con el señor Jackson Elias y se les pone al corriente sobre quien es este hombre que requiere su ayuda.





New York, New York




LA GRAN MANZANA EN LOS AÑOS 20

La Primera Guerra Mundial trajo a Nueva York el dinero de Europa. Los inversores europeos habían financiado la expansión de los Estados Unidos durante casi sesenta años. Pero la dirección del capital cambió tras el comienzo de la guerra en Europa. Ahora el continente necesitaba fondos para financiar sus ejércitos, y las casas de inversión de Nueva York estuvieron encantadas de ayudar. Con los cuatro años de la Gran Guerra Nueva York ganó una batalla que había durado cientos de años: sustituyó a Londres como capital económica del mundo. La Nueva York de 1920 lideró un boom economico que duraría hasta 1929. Fue una montaña rusa social y cultural que superó a cualquiera que se pudiera ver en un parque de atracciones, incluso en el de la Gran Manzana en Coney Island.

GEOGRAFÍA URBANA: Nueva York contiene cinco distritos: Manhattan, el Bronx, Queens, Brooklyn y Richmond. Para los años 20 todos ellos habían quedado conectados mediante puentes, túneles y líneas de metro. La excepción era Richmond, que estaba a treinta minutos en ferry desde el sur de Manhattan y a través del Río East.
De los cinco distritos, Manhattan es el que tiene la mayor concentración de población e industria. Los neoyorquinos normalmente dividen la isla en tres secciones: Downtown, Midtown y Updown.

DESPLAZARSE POR LA CIUDAD: Todos estamos familiarizados con la imagen de los millones de neoyorquinos que se cruzan y empujan en metros y aceras, mientras por las calles y avenidas hay largas filas de coches y camiones. Por las mañanas y las noches millones de personas atravesaban la ciudad al ir o al volver del trabajo, incluso en los años 20. Podían utilizar el metro, el tren elevado (el "TE"), el autobús o un coche. Es más, el automóvil (que había sustituido casi por completo al carro tirado por caballos) convirtió el desplazamiento urbano en un actividad de ocio para muchos neoyorquinos y dio paso a la formación de atascos los fines de semana. Los investigadores que viajen por la ciudad tienen muchas probabilidades de encontrarse con alguna dificultad causada por el intenso tráfico diurno.