A la mañana siguiente teníamos una
cita ineludible, el entierro de Jakcson Elías. A pesar de no haber llegado a
conocerlo nos sentíamos como si formara parte de nuestras vidas. Todo el mundo
que lo conocía hablaba maravillas de este hombre y el hecho de haber estado a
punto de evitar su asesinato y que este dio comienzo a toda una serie de
acontecimientos que habían comenzado algo muy grande hacía que nos sintiéramos
conectados, por lo menos yo.
Era una mañana lluviosa, como
correspondía a la ocasión. El cementerio estaba desierto excepto por los
asistentes al sepelio, que no éramos muchos. Allí estaba Cinthya Connors, Donnie
Brasco, Jonas Kensington, Kurt Russell, Max Power, Max Cady, yo y el sacerdote
que oficiaba el entierro. La ceremonia fue corta pero emotiva, Cinthya dijo
unas palabras emocionada y bajamos el ataúd donde Elías descansaría para
siempre. Cuando terminó nos quedamos en la puerta del cementerio Kurt, Max,
Cady y yo, mientras los demás volvían a casa. Esperamos un rato por si alguien
venía a presentar sus respetos cuando nadie lo viera. El rato que pasamos allí,
bajo la lluvia, mirando la tumba de Elías, me hizo pensar en lo cerca que había
estado de la muerte en Coppertown y que esto parecía aún más grande. Debía
llevar cuidado y pensar bien los pasos que daba.
Tras más de media hora de esperar
bajo la lluvia nos marchamos seguros de que nadie vendría.
Como era temprano decidimos ir a
casa de Érica, a ver si conseguíamos hablar con ella. De camino vimos a la
derecha la famosa cárcel de Nueva York, Sing sing.
La mansión era enorme, con un gran
terreno vallado. Dentro del perímetro vimos guardias con perros, la opción de
entrar a las bravas a por los libros de Roger perdía fuerza. Cuando llegamos a
la puerta el guardia nos despidió rápidamente con un simple “no estáis en la
lista” a pesar de los infructuosos intentos de Kurt. Volvimos con la sensación
de que guardaba algo, además de haber perdido toda la tarde en el viaje. A ver
si el día siguiente teníamos más suerte con el experto en sectas.
El domingo comenzamos la mañana en
la biblioteca donde ya nos conoce el bibliotecario. Power y yo buscamos en
periódicos anteriores los asesinatos que coincidieran con el de Elías. Tras
toda la mañana conseguimos descubrir el nombre de las otras nueve víctimas. No
sabemos su dirección pero conocemos la zona aproximada, tendremos que seguir
esta pista también.
Max había concertado una cita a la
hora del café con Mordegai Leming, el experto en sectas. Vive en una pequeña
casa de una planta en un barrio tranquilo. Nos abre con presteza y nos recibe
con una sonrisa en la cara, parece que le gustan las visitas para hablar de su
trabajo. El interior está atestado de libros y diversas cosas como estatuillas,
cuernos, mascaras, etc... Nos ofrece asiento y un café y comenzamos a
interrogarlo. Nos dice que no sabe nada, que ya se lo dijo a la policía, pero
no me lo creo. Me da la impresión de que no para de echar miradas alrededor y
que suda más de la cuenta. Salimos de allí y les comento a mis compañeros que
deberíamos vigilarlo pues oculta algo, aunque ellos no parecen haber observado
nada raro y desechan mi idea rápidamente. No me parece nada bien pero que voy a
hacer ¿quedarme aquí sólo a vigilar? Acabo aceptando aunque sigo pensando que
ese hombre sabe algo.
Terminamos el día en la biblioteca.
Tras saludar a Alfred (el bibliotecario) nos sentamos a buscar información
sobre Robert Eliston Huston, el médico de la expedición. Conseguimos averiguar
que estudió con Freud y Jung en Viena y al volver a Estados Unidos fue pionero
en tratamientos freudianos. Llegaba a cobrar 60 $ por visita, no debe ser
difícil encontrar donde tenía su consulta. Cuando comienzo a quedarme dormido
sobre los libros le digo a Power que ya va siendo hora de irnos a casa.
Lunes por la mañana, comenzamos la
nueva semana en la sala azul de bufete. Cuando llegamos Max ya ha hablado por
teléfono con Harvard y ha conseguido el nombre de los libros que buscaba Elías,
"Fragmento de G´Harne" y "Sectas Oscuras de África".
También descubrió algo sumamente extraño. La bibliotecaria de Harvard le contó
que el libro de Sectas Oscuras de África lo tenían en su biblioteca pero que
cuando fue a buscarlo para enviárselo a Elías el libro había desaparecido y en
la sala había un olor extraño.
Descubrimos que Érica Carlyle da una
fiesta el viernes en su casa en honor de la policía de Nueva York para recaudar
fondos para fines sociales. Todos comienzan a mover sus hilos para conseguir
una invitación. Yo ni me molesto, que hace un negro en una fiesta con las
personas más ricas de Nueva York, y encima con la policía.
Kurt llega con un descubrimiento
alentador, en Importaciones Emerson ha conseguido la dirección de Silas
N´Kwane, "La Casa del Juju" en Harlem. Nos preparamos y nos dirigimos
allí a primera hora de la tarde. Vamos en el coche de Max, pese a mis
recomendaciones nos adentramos en Harlem hasta que decide dar media vuelta pues
el coche llama demasiado la atención y todos los negros de la zona nos siguen
con la mirada. Kurt y yo nos bajamos allí en medio y Power y Max van a aparcar
fuera del barrio. Quedamos en vernos en la tienda. Llegamos con sólo un pequeño
contratiempo resuelto a las bravas por Kurt, quien se nota que no sabe muchas
cosas sobre Harlem.
Cuando llegamos ya ha oscurecido, la
tienda está en un calle estrecha. Hay un cartel de madera con las letras
escritas a mano, una cristalera iluminada muestra diversos artículos y una
desvencijada puerta de madera protege la entrada. En el lateral hay un callejón
muy estrecho y al otro lado una lavandería con las ventanas tapiadas. Kurt me
dice que mejor investigamos primero el callejón. Está a oscuro y es realmente
estrecho, casi tenemos que andar de lado. Al otro lado hay un patio pequeño y
dos puertas. Una es de la parte de atrás de la Casa de Juju y la otra está
tapiada, debe pertenecer a la lavandería. Hay un par de mendigos durmiendo en
un rincón y al levantar la vista vemos luces en los destartalados balcones.
Como no parece haber nada más volvemos a la puerta de la tienda y Kurt me dice
que me espera en la puerta. Las bisagras chirrían dando paso a un pequeño
espacio atestado de cosas y no muy bien iluminado. A la derecha hay una cortina
de terciopelo que da un poco de intimidad no dejando ver nada a través del
escaparate. En las estanterías hay toda clase de cosas, mascaras, estatuas,
lanzas, cráneos, etc... Al fondo hay un mostrador y detrás se encuentra un
hombre negro de unos setenta años, pequeño y delgado, con la cara muy arrugada
y una sonrisa de oreja a oreja. "Buenas noches señor ¿que desea?" me
dice con voz risueña y nerviosa. Le pregunto por Jackson Elías, la secta de la
Lengua Roja, le expedición Carlyle, los libros que buscaba Elías y todo lo que
se me ocurre sin levantar demasiadas sospechas. No sabe nada de nada y me
parece bastante sincero, pero me dice que si busco libros extraños él conoce al
hombre adecuado y quedamos en que hablará con él y nos concertará una cita.
Antes de irme me regala un amuleto, una lagartija disecada típica para evitar
el mal de ojo. Cuando salgo Kurt me pregunta si sabe algo, y tras contarle la
conversación decide interrogarlo él. Cuando intenta abrir la puerta esta está
cerrada (lógico pues era la hora de cerrar) así que llama insistentemente hasta
que se asoma el tendero. Me llegan retazos de conversación, por un lado las
agresivas preguntas de Kurt que se escuchan claramente en el silencio de la
noche y por otro las entrecortadas respuestas del viejo que casi no escucho. Le
pregunta por todo lo que se le ocurre sin la precaución de levantar sospechas
aunque el anciano no sabe nada. Tras cerrar la puerta de la tienda Kurt decide
que nos quedemos un rato para seguirlo hasta su casa. Mientras esperamos
hablamos con un vagabundo con carrito que, tras darle cigarrillo y algo de
dinero nos dice que nos alejemos de esa tienda, que es demasiado peligrosa. Las
ventanas empiezan a abrirse y los vecinos nos miran desde sus casas con
desprecio, esto se puede volver peligroso de un momento a otro, así que nos
marchamos de Harlem andando rápidos bajo la nieve que empieza a caer con
fuerza.
Lo que nos encontramos en el coche
no lo esperábamos, Power y Cady estaban sentados en silencio, el primero con la
mirada un poco perdida y el segundo con los ojos totalmente enloquecidos y en
su camisa blanca se veían manchas de sangre. Su abrigo estaba en el asiento de
atrás del revés y arrugado. Kurt decidió que lo mejor era que condujera el ya
que Cady no estaba en condiciones de conducir. Power nos contó lo ocurrido.
Al parecer se perdieron buscando la
Casa del Juju y se encontraron con cuatro negros que los atracaron. El relato
era algo confuso primero Power saco su pistola después se la dio a los
atracadores, Cady saco la suya hubo un forcejeo y todo acabó con la muerte de
uno de los negros. Después de eso salieron corriendo hasta el coche. Fuimos
todos a casa de Cady y esperamos a que este se tranquilizara un poco antes de
volver cada uno a nuestra casa. Vaya un inicio de semana.
Es martes, hay alguien nuevo en la
sala azul cuando llegamos, se da la vuelta y vemos a nuestro viejo amigo el profesor Tyler M. Freeborn
hablando con Cinthya. Nos saludamos y lo ponemos en antecedentes. Tras
relatarle lo acontecido hasta entonces Power telefoneó al señor Kensington para
preguntarle sobre los dos libros que buscaba Elías en Harvard aunque no los
conocía. Pero en cambio sí que sabe de una forma para que hablemos con Érica,
su abogado el señor Bradley Grey.
Kurt y yo volvemos a la Casa del
Juju a ver si Silas había hablado con su hombre.
Por la mañana Harlem tiene un
aspecto diferente, a pesar de la suciedad y la nieve que cubría las aceras el
barrio parecía mas....vivo. Ya en la tienda Silas nos dice que todavía no ha
podido hablar con su amigo y Kurt empieza a interrogarlo más afondo que la
noche anterior. Parece que ha estado leyendo el dosier que estamos recopilando
pues le dice el nombre de todos los dioses sectas y palabras extrañas que
sabíamos hasta ahora. Silas niega conocer nada de aquello, al principio
amablemente pero cada vez mas enfadado. Acaba echándolo de su tienda,
prohibiéndole la entrada y echándole mal de ojo en una lengua que hacía mucho
que yo no escuchaba (desde mis años de juventud). Intento disculparlo y acabo
comprándole un atrapasueños. Me dice que vuelva mañana, pero sin mi amigo
blanquito.