sábado, 27 de abril de 2013

Diario de los ultimos dias de Jaared Taylor (Parte II)


A la mañana siguiente teníamos una cita ineludible, el entierro de Jakcson Elías. A pesar de no haber llegado a conocerlo nos sentíamos como si formara parte de nuestras vidas. Todo el mundo que lo conocía hablaba maravillas de este hombre y el hecho de haber estado a punto de evitar su asesinato y que este dio comienzo a toda una serie de acontecimientos que habían comenzado algo muy grande hacía que nos sintiéramos conectados, por lo menos yo.
Era una mañana lluviosa, como correspondía a la ocasión. El cementerio estaba desierto excepto por los asistentes al sepelio, que no éramos muchos. Allí estaba Cinthya Connors, Donnie Brasco, Jonas Kensington, Kurt Russell, Max Power, Max Cady, yo y el sacerdote que oficiaba el entierro. La ceremonia fue corta pero emotiva, Cinthya dijo unas palabras emocionada y bajamos el ataúd donde Elías descansaría para siempre. Cuando terminó nos quedamos en la puerta del cementerio Kurt, Max, Cady y yo, mientras los demás volvían a casa. Esperamos un rato por si alguien venía a presentar sus respetos cuando nadie lo viera. El rato que pasamos allí, bajo la lluvia, mirando la tumba de Elías, me hizo pensar en lo cerca que había estado de la muerte en Coppertown y que esto parecía aún más grande. Debía llevar cuidado y pensar bien los pasos que daba.
Tras más de media hora de esperar bajo la lluvia nos marchamos seguros de que nadie vendría.

Como era temprano decidimos ir a casa de Érica, a ver si conseguíamos hablar con ella. De camino vimos a la derecha la famosa cárcel de Nueva York, Sing sing.
La mansión era enorme, con un gran terreno vallado. Dentro del perímetro vimos guardias con perros, la opción de entrar a las bravas a por los libros de Roger perdía fuerza. Cuando llegamos a la puerta el guardia nos despidió rápidamente con un simple “no estáis en la lista” a pesar de los infructuosos intentos de Kurt. Volvimos con la sensación de que guardaba algo, además de haber perdido toda la tarde en el viaje. A ver si el día siguiente teníamos más suerte con el experto en sectas.

El domingo comenzamos la mañana en la biblioteca donde ya nos conoce el bibliotecario. Power y yo buscamos en periódicos anteriores los asesinatos que coincidieran con el de Elías. Tras toda la mañana conseguimos descubrir el nombre de las otras nueve víctimas. No sabemos su dirección pero conocemos la zona aproximada, tendremos que seguir esta pista también.

Max había concertado una cita a la hora del café con Mordegai Leming, el experto en sectas. Vive en una pequeña casa de una planta en un barrio tranquilo. Nos abre con presteza y nos recibe con una sonrisa en la cara, parece que le gustan las visitas para hablar de su trabajo. El interior está atestado de libros y diversas cosas como estatuillas, cuernos, mascaras, etc... Nos ofrece asiento y un café y comenzamos a interrogarlo. Nos dice que no sabe nada, que ya se lo dijo a la policía, pero no me lo creo. Me da la impresión de que no para de echar miradas alrededor y que suda más de la cuenta. Salimos de allí y les comento a mis compañeros que deberíamos vigilarlo pues oculta algo, aunque ellos no parecen haber observado nada raro y desechan mi idea rápidamente. No me parece nada bien pero que voy a hacer ¿quedarme aquí sólo a vigilar? Acabo aceptando aunque sigo pensando que ese hombre sabe algo.

Terminamos el día en la biblioteca. Tras saludar a Alfred (el bibliotecario) nos sentamos a buscar información sobre Robert Eliston Huston, el médico de la expedición. Conseguimos averiguar que estudió con Freud y Jung en Viena y al volver a Estados Unidos fue pionero en tratamientos freudianos. Llegaba a cobrar 60 $ por visita, no debe ser difícil encontrar donde tenía su consulta. Cuando comienzo a quedarme dormido sobre los libros le digo a Power que ya va siendo hora de irnos a casa.

Lunes por la mañana, comenzamos la nueva semana en la sala azul de bufete. Cuando llegamos Max ya ha hablado por teléfono con Harvard y ha conseguido el nombre de los libros que buscaba Elías, "Fragmento de G´Harne" y "Sectas Oscuras de África". También descubrió algo sumamente extraño. La bibliotecaria de Harvard le contó que el libro de Sectas Oscuras de África lo tenían en su biblioteca pero que cuando fue a buscarlo para enviárselo a Elías el libro había desaparecido y en la sala había un olor extraño.
Descubrimos que Érica Carlyle da una fiesta el viernes en su casa en honor de la policía de Nueva York para recaudar fondos para fines sociales. Todos comienzan a mover sus hilos para conseguir una invitación. Yo ni me molesto, que hace un negro en una fiesta con las personas más ricas de Nueva York, y encima con la policía.
Kurt llega con un descubrimiento alentador, en Importaciones Emerson ha conseguido la dirección de Silas N´Kwane, "La Casa del Juju" en Harlem. Nos preparamos y nos dirigimos allí a primera hora de la tarde. Vamos en el coche de Max, pese a mis recomendaciones nos adentramos en Harlem hasta que decide dar media vuelta pues el coche llama demasiado la atención y todos los negros de la zona nos siguen con la mirada. Kurt y yo nos bajamos allí en medio y Power y Max van a aparcar fuera del barrio. Quedamos en vernos en la tienda. Llegamos con sólo un pequeño contratiempo resuelto a las bravas por Kurt, quien se nota que no sabe muchas cosas sobre Harlem.

Cuando llegamos ya ha oscurecido, la tienda está en un calle estrecha. Hay un cartel de madera con las letras escritas a mano, una cristalera iluminada muestra diversos artículos y una desvencijada puerta de madera protege la entrada. En el lateral hay un callejón muy estrecho y al otro lado una lavandería con las ventanas tapiadas. Kurt me dice que mejor investigamos primero el callejón. Está a oscuro y es realmente estrecho, casi tenemos que andar de lado. Al otro lado hay un patio pequeño y dos puertas. Una es de la parte de atrás de la Casa de Juju y la otra está tapiada, debe pertenecer a la lavandería. Hay un par de mendigos durmiendo en un rincón y al levantar la vista vemos luces en los destartalados balcones. Como no parece haber nada más volvemos a la puerta de la tienda y Kurt me dice que me espera en la puerta. Las bisagras chirrían dando paso a un pequeño espacio atestado de cosas y no muy bien iluminado. A la derecha hay una cortina de terciopelo que da un poco de intimidad no dejando ver nada a través del escaparate. En las estanterías hay toda clase de cosas, mascaras, estatuas, lanzas, cráneos, etc... Al fondo hay un mostrador y detrás se encuentra un hombre negro de unos setenta años, pequeño y delgado, con la cara muy arrugada y una sonrisa de oreja a oreja. "Buenas noches señor ¿que desea?" me dice con voz risueña y nerviosa. Le pregunto por Jackson Elías, la secta de la Lengua Roja, le expedición Carlyle, los libros que buscaba Elías y todo lo que se me ocurre sin levantar demasiadas sospechas. No sabe nada de nada y me parece bastante sincero, pero me dice que si busco libros extraños él conoce al hombre adecuado y quedamos en que hablará con él y nos concertará una cita. Antes de irme me regala un amuleto, una lagartija disecada típica para evitar el mal de ojo. Cuando salgo Kurt me pregunta si sabe algo, y tras contarle la conversación decide interrogarlo él. Cuando intenta abrir la puerta esta está cerrada (lógico pues era la hora de cerrar) así que llama insistentemente hasta que se asoma el tendero. Me llegan retazos de conversación, por un lado las agresivas preguntas de Kurt que se escuchan claramente en el silencio de la noche y por otro las entrecortadas respuestas del viejo que casi no escucho. Le pregunta por todo lo que se le ocurre sin la precaución de levantar sospechas aunque el anciano no sabe nada. Tras cerrar la puerta de la tienda Kurt decide que nos quedemos un rato para seguirlo hasta su casa. Mientras esperamos hablamos con un vagabundo con carrito que, tras darle cigarrillo y algo de dinero nos dice que nos alejemos de esa tienda, que es demasiado peligrosa. Las ventanas empiezan a abrirse y los vecinos nos miran desde sus casas con desprecio, esto se puede volver peligroso de un momento a otro, así que nos marchamos de Harlem andando rápidos bajo la nieve que empieza a caer con fuerza.

Lo que nos encontramos en el coche no lo esperábamos, Power y Cady estaban sentados en silencio, el primero con la mirada un poco perdida y el segundo con los ojos totalmente enloquecidos y en su camisa blanca se veían manchas de sangre. Su abrigo estaba en el asiento de atrás del revés y arrugado. Kurt decidió que lo mejor era que condujera el ya que Cady no estaba en condiciones de conducir. Power nos contó lo ocurrido.
Al parecer se perdieron buscando la Casa del Juju y se encontraron con cuatro negros que los atracaron. El relato era algo confuso primero Power saco su pistola después se la dio a los atracadores, Cady saco la suya hubo un forcejeo y todo acabó con la muerte de uno de los negros. Después de eso salieron corriendo hasta el coche. Fuimos todos a casa de Cady y esperamos a que este se tranquilizara un poco antes de volver cada uno a nuestra casa. Vaya un inicio de semana.

Es martes, hay alguien nuevo en la sala azul cuando llegamos, se da la vuelta y vemos a nuestro  viejo amigo el profesor Tyler M. Freeborn hablando con Cinthya. Nos saludamos y lo ponemos en antecedentes. Tras relatarle lo acontecido hasta entonces Power telefoneó al señor Kensington para preguntarle sobre los dos libros que buscaba Elías en Harvard aunque no los conocía. Pero en cambio sí que sabe de una forma para que hablemos con Érica, su abogado el señor Bradley Grey.
Kurt y yo volvemos a la Casa del Juju a ver si Silas había hablado con su hombre.
Por la mañana Harlem tiene un aspecto diferente, a pesar de la suciedad y la nieve que cubría las aceras el barrio parecía mas....vivo. Ya en la tienda Silas nos dice que todavía no ha podido hablar con su amigo y Kurt empieza a interrogarlo más afondo que la noche anterior. Parece que ha estado leyendo el dosier que estamos recopilando pues le dice el nombre de todos los dioses sectas y palabras extrañas que sabíamos hasta ahora. Silas niega conocer nada de aquello, al principio amablemente pero cada vez mas enfadado. Acaba echándolo de su tienda, prohibiéndole la entrada y echándole mal de ojo en una lengua que hacía mucho que yo no escuchaba (desde mis años de juventud). Intento disculparlo y acabo comprándole un atrapasueños. Me dice que vuelva mañana, pero sin mi amigo blanquito.

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